11.3.18
Siria
La ficción está ocupando el lugar de la realidad. Esa debe ser la causa por la que muchas de las tragedias que ocurren en el mundo no afectan lo que debieran o las vemos sin que nos duelan lo que debiera. Creemos: a fuerza de ser repetidas, creemos, por el abuso perverso de los medios, que no son reales, nos blindamos ante ellas para que no nos duelan y podamos seguir haciendo las cosas que hacemos y no escuchemos el ruido de las bombas cuando tratamos de conciliar el sueño o acudan a nuestra cabeza las imágenes de prensa mientras paseamos o cuando hacemos la cama y no pensamos en nada en particular, salvo hacer la cama. Hay momentos del día, sin embargo, en que sentimos que Siria somos todos o que Gabriel, el pobre, somos todos. No hay nada bajo el ampuloso cielo que nos sea ajeno, dejó escrito el poeta o fueron muchos los poetas. Son ideas antiguas las de la solidaridad, la de la dignidad o la de la justicia. Abrimos nuestro corazón y nuestras manos, pero las bombas siguen cayendo y el mal sigue a lo suyo y secuestra niños y mata mujeres. Somos malos a conciencia. Puestos a hacerlo bien, se aplica más esmero cuando ejercemos el mal. El bien no vende lo mismo. Sólo tenemos que abrirnos un poco de orejas y prestar atención a lo que sucede alrededor nuestra. Nos interesa saber qué desgracias hay en el mundo. Quizá tan sólo deseamos conformar nuestro espíritu y apaciguar nuestros anhelos. Nos explican con la mayor abundancia de detalles posibles de la crueldad del ser humano, nos lo cuentan en los telediarios mientras almorzamos, pero no dejamos de comer y nuestro cuerpo hace la digestión con eficacia, sin que nos siente mal lo ingerido. Será un mecanismo de defensa, imagino. No podemos ser sensibles a tiempo completo, no podemos ser sirios o no podemos ser mujeres apaleadas en sus casas o en las aceras por quienes les declararon amor eterno y las hicieron amorosas madres. Sigue fascinando el influjo del mal, no hay una pedagogía que le arrebate su predicamento en el alma humana, no tenemos un modo de rebajar su desempeño bastardo. Siria ahora, pero Gaza o Berlin o Sarajevo antes, qué más da, son la evidencia de que no hemos aprendido nada.
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