Hubo un tiempo en que estar a la vanguardia del pueblo consistía en tocar jazz. El Village Vanguard de Nueva York abrió sus puertas en febrero de 1.935. Pronto llevará setenta y cinco años tutelando esa dinastía épica de músicos conjurados, ebrios de genio, inspirados por el numen secreto de la belleza. No una belleza cualquiera sino una que, al tiempo que desprendía luz y causaba asombro, batallaba contra quienes, tercos, ignorantes, censuraban aquella música hecha por negros o por blancos pervertidos por negros. Hubiese estado bien estar sentado en uno de sus salones y ver a Bill Evans tocar Waltz for Debby. Son cosas que no podrán pasar ya nunca. Y aunque sea una excentricidad de domingo tristón de otoño recién caído, me duele.
.
.
6 comentarios:
Hay algo en la estética de los locales de jazz que me atrae enfermizamente, Emilio. El cursi diría que la tristeza se impregnó en sus paredes pero sería injusto proclamar algo así. Más bien fue el humo el que se caló... y la música, claro. Eso que no se ve.
Los locales de jazz siempre tenían un toque de romanticismo, de veneración. A veces da rabia no poder vivir todos los tiempos, todos los lugares que valieron o valen la pena. Al menos nos queda la música para escucharla con la nostalgia que proporciona las tardes frías de otoño.
Un beso grande.
Qué pasada. Nos vamos a morir sin haber hecho tantas cosas, sin haber visitado tantos sitios, sin haber dormido en tantas camas!!!! Pero la vida es lo que tienes. No hay Village Vanguard en tu pueblo, pero lo tienes en tu cabeza. Adiós, amigo. Rafa
Es lo que no se ve lo que siempre atrae. Lo invisible insinuado. En un club de jazz estás en una especie de parroquia. Vuelvo a lo religioso, que conviene, Álex, de vez en cuando. Esa semántica áspera. No sé si es tristeza, pero es decadencia. Y la decadencia es una parte imprescindible de la belleza.
Romanticismo, muy bien dicho, Isabel. No se puede vivir todo, pero hay que pensar que hubiese estado bien vivirlo. Quererlo, al menos.
Haber sido tanta gente menos los que queríamos ser, Rafa. Lo de dormir en camas, en fin, es otro cantar y eso sí que es romanticismo puro y duro. Cuanto más puro y duro, pues más romántico. La vida es lo que tenemos. Entender eso.
Bill Evans en el Village tocando Waltz for Debby. Oh qué gustazo. Le dedico una preciosa canción a su sobrinita. Una de las piezas más delicadas de la música en el siglo XX. Gracias por el post. Precioso. Juanamari
Sí que es una de las piezas más delicadas del siglo XX. Tengo un CD hecho por mí en el que he registrado muchas de esas versiones. No sé cuántas. Lo escucho de vez en cuando. Como un mantra.
Publicar un comentario