Storm es un film sueco que no dirige Bergman que es tanto como decir un grupo de pop que no sea Abba o Roxette. Por lo demás, bien podría haber sido namibio o belga. Ahora el cine tiene estas cosas: que sus argumentos suceden en un país abstracto, descontextualizado. Así ( imagino ) cualquier espectador puede identificarse mejor con lo que se cuenta.
En Storm esta reflexión ( lícita ) marra: la pareja protagonista se embarca en una cruzada que a ratos parece un tratado de psicoanálisis y por otros vemos un thriller metafísico de profundos principios kantianos. O sea. Que los directores ( dos perpetran el evento ) se han liado más de la cuenta y, al final, han parido un entretenimiento de masas con pedigree de arte y ensayo que no entra por los ojos y que se escapa ( es mi caso, a ver, voy perdiendo con los años entereza mental y no aguanto tres chorradas seguidas ) por algún hueco cerebral que no tengamos bien cerrado.
A mí se me fue entero. Además tardé poco. Pudo ser la tarde o el estado de ánimo o una simbiosis de ambos con un plus de cansancio laboral previo.
Storm es un film desconcertante, que no quiere decir malo por entero. No se adscribe a las claras por género alguno y bucea sin entusiasmo el proceloso mar de los abundantes mini-géneros que va presentando a modo de pase de modelos sofisticado. No se preocupa en ningún momento por recalar estilística o narrativamente en ninguno. Quizá ( por su premeditada falta de pretensiones serias ) no le haga falta.
En Storm esta reflexión ( lícita ) marra: la pareja protagonista se embarca en una cruzada que a ratos parece un tratado de psicoanálisis y por otros vemos un thriller metafísico de profundos principios kantianos. O sea. Que los directores ( dos perpetran el evento ) se han liado más de la cuenta y, al final, han parido un entretenimiento de masas con pedigree de arte y ensayo que no entra por los ojos y que se escapa ( es mi caso, a ver, voy perdiendo con los años entereza mental y no aguanto tres chorradas seguidas ) por algún hueco cerebral que no tengamos bien cerrado.
A mí se me fue entero. Además tardé poco. Pudo ser la tarde o el estado de ánimo o una simbiosis de ambos con un plus de cansancio laboral previo.
Storm es un film desconcertante, que no quiere decir malo por entero. No se adscribe a las claras por género alguno y bucea sin entusiasmo el proceloso mar de los abundantes mini-géneros que va presentando a modo de pase de modelos sofisticado. No se preocupa en ningún momento por recalar estilística o narrativamente en ninguno. Quizá ( por su premeditada falta de pretensiones serias ) no le haga falta.
Storm es de una mística chirriante: a lo mejor el cine sueco post-Bergman es todo así y el público nórdico está ya harto de pastores que peroran sobre la fe y sobre el pecado en una granja perdida en un bosque. El maestro Bergman, que a mí me aburre muchísimo, era así.
La fascinación ejercida por alguna de sus portentosas imágenes ( las calles oscuras, la cámara en picado, torcida, sobre el pavimento ) no salva el film, pero no lo lastran al total olvido. Hay momentos de cine cuidado: no hay dos chapuceros, pero tampoco brilla el pulso de una mano firme que sepa, en todo momento, qué hace y con qué objeto. Esta falta de claridad expositiva está, a mi modo de ver, previsa en el muy sucinto libreto.
Interesa el batiburrillo entre lo naïf y lo hardcore, ese limbo inexpresivo de su compleja ( y abobada ) trama. El estilo de Storm es su no-estilo. Y eso tiene un mérito sea la película sueca o sea, como digo, mozambiqueña.
Tenemos la creencia de que la historia no es el atractivo fundamental sino que hay otras posibilidades: estamos más pendiente de no perdernos que de llegar a puerto. ¿ Es eso síntoma de un film malo ? No lo tengo claro del todo. No le resto un encanto, un pintoresquismo, una cierta dirección artística, una composición sencilla de la escena que pincela una trama con vocación de ciencia ficción o thriller o terror modernos, pero algunos diálogos desarman mi paciencia y me producen un desasosiego intelectual enorme, que me perturba horas después de haberlo visto. Esta estridencia de modernidad en tres actos enteramente prescindibles concita, no obstante, condescendencia, aunque sea únicamente por el riesto que supone, en Suecia, en esta Europa con tanta necesidad de cine que aúne taquilla y crítica, hacer esta película. No seamos, entonces, duros en exceso, pero en lo que a mí respecto prometo no recaer en su visionado salvo que el olvido me perturbe o me vuelva blando como un croissant a las ocho de la mañana. Ah, y si alguien la ve y tiene más tino que yo a ver si me explica las tormentas que van y vienen y el sentido último de la caja de marras.
Igual necesito un psicoanalista. Argentino, a ser posible.
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