No ha podido el tal Solomon borrar de la memoria cinéfila colectiva ese grano que fue Dragones y mazmorras, aunque la chiquillería perdiera el seso por ir al cine a su ración de fantasía pobretona.
El muy quemado recurso del sobresalto se espesa: se acoge a la idea de que el cine de terror funciona a base de ruidos y crujidos de escalera, de niñas que aparecen y desaparecen en un columpio o de tomas en blanco y negro para que advirtamos ( es que somos idiotas ) que es el fantasma o el espíritu o el sobresaltador de turno el que mira y nosotros, tontos, de verdad, miramos por sus terroríficos ojos. Todo ya muy a la asiática.
Tobe Hopper es más truculento, pero conoce mejor el tema. Hasta un mandado como es Sidney J. Furie hizo una más que apreciable El ente, que viene a decirnos más o menos lo mismo, pero sin ambientación. Es que estamos ya hartos de encantamientos americanos, que parece que fuera de Tennessee, Nebraska, Nevada o Wichita Falls no hay Poltergeist ni endemoniados. Es lo que les pasa por tener una Historia tan cortita: que tienen que tirar de anecdotario y convertir en episodio nacional lo que fuera de sus fronteras es una chorrada absoluta.
Esperamos, ansiosos, a Clint Eastwood y sus Banderas de nuestros padres. Esa Historia, al menos, es más contundente: nos afecta más a todos. Yo ya no quiero más fantasmadas.
1 comentario:
Juan
No tiene ni chicha ni limoná, un aburrimiento, un rato malo, de verdad
Publicar un comentario