7.2.23

Hablar de escribir


                                    IES Don Diego de Bernuy, Benamejí, Mayo 2019


Ahora

De cuando iba a colegios e institutos a hablar sobre leer y escribir conservo la amabilidad de quienes me invitaban y la satisfacción de que se le diera a la literatura un escenario ajeno a la clase. Recuerdo el asombro de muchos de esos estudiantes al oírme decir que escribía a diario: les fascinaba la constancia, a la que yo daba la menor de las virtudes, aunque alguna tenga y no desease yo en ese momento desalojar de sus cabezas la idea recién implantada: la de que se escribe como el que respira o el que sale con inaplazable obligación a tirar la basura cada noche o a pasear el perro a que haga las suyas. Echo en falta esa intimidad un poco forzada al principio que más tarde tornaba en firme y en sincera. Alguien se envalentonaba y confesaba escribir un diario o haber hecho unos poemas o algún cuento. No teniendo pudor para tantas cosas, esos alumnos de Bachillerato lo tenían para airear sus obras, creyéndolas irrelevantes o apurados por la certeza de que algo no revelado adquiriría la condición de lo público. Animar a un adolescente es fácil, si se piensa en cómo trasegó uno esa edad fértil y convulsa, idílica y frágil. He rescindido mi vocación de conferenciante entusiasmado de libros y de escrituras por imponderables meramente mecánicos (no conduzco, cuesta a veces encontrar el modo para desplazarme y hacer lo que me gusta), pero sigo vocacionalmente entregado a fomentar en lo que puedo la escritura, que es un rango supletorio del acto maravilloso de la lectura. No dar este año Lengua en mi centro ha impedido que me explaye como solía, pero siempre hay actividades (las habrá, están ya pensadas y anunciadas) que me compensen. Hoy encontré esta fotografía entre las que descansen en el disco duro del ordenador. Me ha hecho sentirme feliz, saber que hubo momentos mágicos, creer que tal vez alguien se ha envalentonado a escribir y tendrá esa reunión informal y gratísima como inicio de su andadura por las letras. Si se me pregunta, diré que empecé a escribir para no estar solo. Creo que es así como empezaba mis charlas. La literatura es lo contrario a la soledad, aunque se valga de ella para armarse. No me entiendo sin escribir, ni entiendo a nadie. Ni al mundo entiendo si no me lo cuento. 


Entonces

Rebusco en el blog en la idea de que algo tuve que escribir sobre ese día feliz. Lo hice. No tengo otra cosa mejor que hacer que restituir lo pensado con cariño entonces. No se ha rebajado esa sensación de agradecimiento. Decía así: " No tiene uno entre sus costumbres la de que lo agasajen. Las pocas veces en que sucede ese halago se procura corresponder con gratitud, se expresa ese agradecimiento con el mayor esmero posible, en el deseo de que dure poco la celebración y finalice el arrullo al que uno accede sin convicción, sin que se crea merecer también. Sólo después se aprecia el alcance de ese festejo. Es entonces cuando más lo agradece, cuando con más cariño lo recibe. Y toda esa concurrencia de pequeñas felicidades suceden a veces. Sucedió ayer. No sólo fue que un buen puñado de alumnos de Bachillerato mantuvieran la atención y preguntaran sobre la cuestión de leer y la cuestión de escribir y uno se sintiera como pez en el agua, hablando de lo que más le gusta y sintiéndose feliz por esa pequeña epifanía. Todas las cosas pequeñas acaban convirtiéndose en grandes a poco que uno piensa en ellas y descubre que el mundo está a salvo, no se va a perder por mucho que los instagrams y los youtubes amenacen el negocio doméstico de sentarse a leer o de coger un hoja en blanco y escribir en ella lo primero que se te ocurra. Así que el día de ayer estuvo colmado de placeres. El programa de Escritores Docentes de la Junta de Andalucía hace algo estupendo: lleva la literatura a las clases, hace que un escritor (uno lo es, aunque solo sea por lo mucho que escribe) se acerque a los lectores. Lo que no podré olvidar nunca es que un escrito mío (una parte de él) se tatuase en la pared de uno de los patios del centro. Estará ahí, hará que algunos que lo vean a diario se cuestionen las costuras de lo real y los pespuntes de lo fantástico, la realidad y el deseo, contando con las incertidumbres de Cernuda. Es gratitud lo que siento. A Antonio Jesús, por el afecto y la conversación, por los Clash y por Watchmen, a Lola, a Toñi y a Ana, por hacerme sentir como en casa, aunque fuese la primera vez que pisaba ese instituto. Ahora es un poco mío"




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