22.5.22

142/365 Jack Torrance

 


Jack, quién sabe si Nicholson o Torrance,,se toma un whisky con Stanley Kubrick en el Overlook. Lo toma Jack Torrance antes de derribar la puerta con el hacha y tener cara de loco. La nieve siempre aguarda. Creo que no tengo una frase mejor en la que resuene tres veces la letra k, firme y estimulante. Lo que me fascina de la fotografía del rodaje de El resplandor (The shining, 1980) es la posibilidad de que afuera el mundo no exista, de que todo sea nieve y silencio. Los dos estarían hablando sobre el imperio romano o sobre la llegada del hombre a la luna. Hitos de la civilización, cosas que contar cuando no quede nada. La nieve intimida a su modo, se impregna en el carácter de quienes la observan o la pisan o la odian, y hace que las tramas novelísticas en las que aparece sean de corte agresivo, estén adornadas de muertos y la música que la amenice sea minimalista, de violines muy levemente acariciados, de guitarras lamentándose continuamente. El invierno cobra sus peajes. En Boulder o en Moscú. Gente que se desquicia cuando el termómetro se viene abajo. El frío es la oscuridad a la que acudían los románticos y los góticos para contar sus miedos o para hacer que otros los tuviesen. 


Lo fascinante de El resplandor es la posibilidad de que todo haya sucedido y un velo nos lo enturbiase. El modo en que Stephen King (otra k) dosifica la retirada de ese velo y el modo también en que lo aparta con violencia y deja que todos los demonios afluyan es parte de la moderna literatura (o cine) de terror. La frase convenida como un mantra perverso en el que se encalla la novela que Jack se ha conjurado a terminar. All work and no play makes Jack a dull boy ("Solo trabajar y no jugar hace de Jack un chico aburrido"). El escritor cree estar avanzando, pero es un bucle, es un agujero en la malla del éter, es un estribillo en una canción diabólica. Hay que ir al Overlook. Probar allí a empezar una novela. No llevar a nadie. Delirar solo. Hablar con la nieve. Jugar. No aburrirse. Desdecirse línea a línea. Crear para creer en la majestad de las sombras. Porque será un relato oscuro y, al final, no romper ninguna puerta, ni perderse en un laberinto de frío. 

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