14.12.18

Un haiku (sin haiku)

Del pasado tenemos siempre a mano un relato fantástico, uno descabalgado de la realidad, convertido en mercancía de la imaginación, usada para entretener a quien escucha o a uno mismo, llegado el caso, si se empobrece demasiado la cuenta de las cosas, la trama de esa realidad que, vista en detalle, recordada con tiento, no acaba de convencer, no es lo que hubiésemos deseado. Se tiene la impresión de que podemos merodear la responsabilidad de contar cómo pasaron verdaderamente esas cosas, todo lo que nos ocurrió y la manera en que ocurrió, pero es que el tiempo hace que no poseamos ese dominio de la trama. Digamos que todo está ahí, insinuado, convertido en una especie de prontuario fiable de narraciones, pero luego el conjunto no se apresta a transcribirlo. Además tampoco sabríamos restituir esa novela sentimental sin hacer que concurse la fantasía, es ella la que hace que la memoria exista, aunque paradójicamente todo haga pensar que es la fantasía la que la contamine, la que pudre su voluntad de credibilidad o de honestidad. No podemos ser honestos con nosotros mismos. Siempre hay algo que malogra ese deseo. En un modo extremo, en el caso de que la fantasía condimente en exceso la trama, el pasado sobre el que debemos hablar no difiere de la ficción pura. Vivir es pura literatura. Uno en ocasiones puede creer estar en un cuento de Kafka o en una novela de Welles. Hay días en que sale a la calle y lo que observa, cuanto se le ofrece, no difiere de un cuento de Kafka o de una novela de Wells. Lo malo es cuando la realidad nos hace pensar en Orwell o en Dante. Los días, juntamente con sus noches, deberían ser haikus, que no importara ni siquiera el autor, sino la hondura y la concisión, la belleza con su cómputo sencillo de sílabas. La vida debería ser uno de esos haikus, pero a veces se obstina en alargar innecesariamente la métrica, en cultivar la retórica, en incluir personajes secundarios que no son precisos, en concederle a la fatalidad excesivas líneas de texto. Un haiku. Seguro que cada uno tiene el suyo a mano. Buen viernes. 

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