Hay veces en que no aparece nadie, recorres las calles, las mides y reparas en quién las pasea contigo, en quien camina a tu vera, en la acera de enfrente, detrás o delante, te fijas con atención en ese tropel anónimo que camina junto a ti, pero no es nadie , no son nadie, no hay con quien puedas contar, nadie que te asombre ni te moleste, nadie a quien saludar o que salude, nadie del que después guardes un recuerdo, aunque sea uno breve, uno del tipo que dura un instante y luego se diluye entre los demás recuerdos y toma de unos y de otros rasgos y gestos hasta que no tiene entidad alguna y entra de bruces en el olvido. Lo que se registra y lo que se abandona están en ocasiones tan extremadamente cerca que no se entiende el porqué de nuestra inclinación a elegir y salvar y sacrificar. Hay veces en que aparece alguien. No tiene que ser alguien a quien veamos por primera vez, nadie que nos fascine o nos enamorisque. Se puede incluso afirmar que en muchas ocasiones es alguien a quien conocemos bien o incluso a quien conocemos mejor, pero aparece como si fuese la primera vez, lo vemos como si no hubiese nada suyo en nuestro interior, cuando lo tenemos todo o lo ocupa todo. Debe ser el amor, será el amor, vamos a pensar que es el amor.
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