13.12.11

Una posibilidad de salvación



Caigo hoy de pronto en la cuenta de que estamos saturados. Quizá la saturación sea el signo de nuestro tiempo. El no entrar en detalle en las cosas sino rozarlas, acudir a su reclamo sin intervenir en su contenido, apreciar lo que ofrecen en la capa epidérmica, en lo visible, prescindiendo del adentro velado. Poseo algo, pero no lo conozco. Estoy en la cima del mundo, pero no me ha costado nada llegar hasta aquí arriba. Caigo en la cuenta de que hubo un tiempo en que solo tenía Tom y Jerry. Y ni siquiera disponía de ellos cuando se me antojaba. Era la televisión la que organizaba mis horarios de esparcimiento, aunque ese contratiempo no importunaba mi disfrute. Bien al contrario, esas pequeñas dosis de placer, administradas un poco al azar, consumidas febrilmente, fijaron una paciencia de la que no me he desprendido del todo. También me convirtieron en una criatura agradecida. Todavía agradezco la bondad de la magia. El cine a oscuras. La bendita posibilidad de elegir, ahora que ya puedo, y saciarme de los divertimentos que venero. Estoy saturado como el que más, pero hay días en los que regreso a mil novecientos setenta y cinco, pongo por caso, y voy con Tom a la caza de Jerry. De verdad que no he terminado de crecer del todo en estos asuntos. Voy en picado hacia el borrado masivo de estos maravillosos fragmentos de júbilo infantil puro. Noto que la metástasis iconoclasta avanza sin pudor y se hospeda a su antojo en mi cabeza, pero veo a Tom y a Jerry y de verdad que la enfermedad remite y el corazón estalla en mil estrellas de muchas puntas que me oprimen el pecho y amenazan con exhibir vida propia. Sé que estoy salvado.

8 comentarios:

Miguel Cobo dijo...

Maravillosas criaturas -como dice la canción-: Tom, Jerry...¡y Emilio!
Por cierto, ganaron siete óscar al mejor cortometraje animado.

José Luis Martínez Clares dijo...

Siempre fui muy solidario con Tom. Paradojas de la empatía. Sufría con cada uno de sus fracasos. Cuánta maldad guardaba Jerry en ese cuerpo diminuto. Creo que debería haberse dejado atrapar alguna vez. Saludos

Isabel Huete dijo...

Yo no pude disfrutar en mi niñez de estos grandes personajes porque cuando tuvimos televisión ya era casi una adolescente y apenas los veía, luego sí, de adulta, los disfruté, pero ya no era lo mismo. Sin embargo mis recuerdos de "cuelgue" infantil tienen que ver más con los cuentos y los tebeos (que devoraba con auténtica fruición) que con los dibujos animados. La pena es que no pude decidir sobre su futuro y con el tiempo fueron a la basura. A veces, cuando ponen la feria del libro antiguo en el Pº de Recoletos, me doy una vuelta y allí descubro los mismos cuentos y tebeos que en algún momento yo tuve y me entra un "algo" dulce que no sé si identificar como nostalgia o como la recuperación de un tiempo que nunca podré considerar como perdido.
En todo caso yo nunca me siento saturada (salvo cuando nos juntamos toda la familia, como será ahora en Navidad)porque me voy desprendiendo de las cosas a medida que me ocupan otras nuevas. Siendo tan "intensa" como soy, si no lo hiciera así, estaría totalmente derrotada. Lo único que de verdad perdura en mi vida son los amigos, los buenos, del auténticos. Quizá, al final, sean la única salvación.

Joselu dijo...

No fui un seguidor convencido de Tom y Jerry. En el tema de los gatos y los ratones me convencía mucho más El gato Jim y los ratones Pixie y Dixie. Le encontraba auténtica gracia a aquel gato andaluz que no era tan lineal como Tom, o así me lo parecía a mí. Hace tanto tiempo, no obstante, que no los veo que ya no sé el efecto que causarían en mí. El otro día estuve con mi hija viendo dibujos animados. No recuerdo el nombre. Me parecieron horribles. Pero recordé el efecto que me causaron a mis trece años el estreno de las aventuras de Charlie Brown que se puede decir que fue auténtica fascinación. No me perdía un episodio. Creo que era un universo que me atraía por su complejidad y la riqueza de matices. Pero no creo que ya ningún personaje de la niñez o adolescencia me logre atrapar. Creo que carezco por completo de eso que se llama nostalgia salvo por una mirada estética que se dirige a mis visiones del pasado, que incluso ya estoy desterrando.

maria fernanda ferre dijo...

Rebobinar es un mecanismo de autodefensa.Esta mañana,desayunando con tu rewind,se dibujó una sonrisa en mi taza de café.Contenta al trabajo,con Tom y Jerry en la memoria de los momentos felices de mi infancia.Saludos,Marifé

Ana Isabel Orazabal dijo...

Yo soy otra María Fernanda. En vez de desayuno y salido a la calle, llegada a casa y pijama calentito y un rato de tonterías en la Red, pero esta cosa que has escrito no es una tontería. Qué delicia leerte.

Rafael Roldán dijo...

Estooooooo, sres. bloggeros, me temo que no han entendido del todo el artículo de Emilio. ¡No se trata de un opúsculo nostálgico en torno a las grandes series de dibujos animados que veíamos en TVE y luego en el UHF! Más bien diría que se nos confiesa ahíto de ocio particularizado, personalizado o individualizado. Es decir: la angustia de elegir. ¿Rioja o Ribera?, ¿Apple o Samsung?, ¿dinero o amor?, ¿Trueno o Jabato?, ¿la casa de Alba o la casa del Rey?
Era más cómodo pulsar el interruptor (no botón) del Vanguard a las seis de la tarde y que se asomaran a nuestras vidas los Popeye, Jerry, Donald y Bugs Bunny, dosificados por el programador de turno y supervisados por el censor infalible. Eso nos creaba cierta disciplina, es verdad que nos hacía pacientes y nos proporcionaba la ilusión de la espera. Ahora no, porque queremos, y conseguimos, todo al instante; lo que nos convierte en gente "malcriada" que, a la larga, acaba saturada, harta, de todo.
Propongo un apagón general y universal.

Sara Cuesta dijo...

Una de esas puntas ha salido y me ha alcanzado a mí. He vuelto a mi infancia y he visto cosas que hacía no que veía. Por eso gracias.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.