31.10.11

Soy de The Walking Dead, Padre





La culpa la tienen los zombies. A cuento de su carne a jirones y de su mirada turbia y sin objeto viene la moda de Halloween, esa fiesta celta en su origen, transmitida por druidas y escenificada en base a hechizos y  ungüentos, impura a los ojos de la cristiandad, que cuenta con la truculencia como reclamo y que anda colonizando el mundo al modo en que antaño lo colonizó la Coca-Cola o Santa Claus. El joven de ahora prefiere, embobado por la maquinaria audiovisual yanki, calabazas, brujas, vampiros, todo la morralla gótica que no se extrae de la noble literatura gótica y de la fantástica cultura fúnebre sino de las campañas de márketing agresivo y de los mandamases de Hollwyood.
Duele que el joven engolosinado con Halloween no conozca a Poe e ignore las razones de ese travestismo recién incorporado a su ocio de fin de semana. Sin Poe, sin ese poso de literatura vivida, asimilada, convertida en parte irrenunciable de nuestro vivir diario, Halloween es, en efecto, una celebración profana, un culto infame a los nuertos que supera, en atracción mediática, al antiguo Culto del Día de los Todos Los Santos y Fieles Difuntos. Lleva más que razón los obispos cuando dicen que Halloween no es una fiesta inocente. No está en su ser la inocencia y quizá, habida cuenta del atrezzo y de las intenciones, no deba estarlo. Tiene un trasfondo de ocultismo y es anticristiano.
La costumbre pagana e importada de Halloween (dice la curia) atenta contra costumbres cristianas arraigadas y beneficiosas. Está bien el zarandeo. Que se aprecie la libertad del ciudadano para elegir con qué entretiene su ocio. Que no sólo el paganismo norteamericano es culpable. Hay en la historia de la cristiandad episodios de terror puro y de absoluta falta de inocencia que compiten con la profana visión del mundo que se jalea en estos días de Halloween. Lo de beneficiosas es lo que no me entra del todo. Podrán ser beneficiosas o no. Desconfío de quien de lo suyo proclama sus efectos bondadosos y descarta, por el hecho de no ser de su ala moral, todo lo que se aparte de ese credo.
Agradezco al azar o a la suma de todos los azares que no me entusiasme ni la una ni la otra. Recuerdo a mis muertos en las ocasiones en que es preciso y no necesita mi dolor una fecha signada en el calendario para darles el tributo que les doy en cuanto mi corazón así lo precisa. Entiendo, no obstante, la preocupación de los mandos vaticanos. Se les viene encima una suma teológica inversa. Un volver a las palabras del chamán en la tribu.
Lo que hay en puertas es un realismo mágico patrocinado por McDonald's que más valdría no potenciar en exceso. Luego está  el otro bando, el del pecado y la historia del más allá ganado a pulso, con buenas obras y nobles actos, en el más acá que ni ellos mismos (los oradores, digo) se creen, que es otra epifanía orgiástica de metáforas y de encantamientos. Es posible que el truco o trato del tío Sam sea un modo subliminal de entrar en casa y ampliar las fronteras del reino, pero tampoco me creo el reino patrio, la religión mayoritaria en este rincón del cosmos. No tengo yo fe en la derecha del padre y en los arcangélicos coros que tutelarán mi ingreso en la eternidad. Mi reino es de este mundo. Soy un descreído a manos llenas. Soy de The Walking Dead, Padre. Todos esos años de literatura gótica y de cine de serie B han tenido que dejarme huella. Leí a Poe en la edad en que hay que leerlo. Veo Halloween con recogido asombro. Es cierto que no es una costumbre nuestra, pero hay tanto ajeno que está entre lo nuestro, compactado, transustanciado, vertido con empeño para que parezca de su misma naturaleza orgánica, que no me extraña nada. Es más: me encanta este guirigay de la iglesia, preoucupada ella en la desviación de sus fieles. ¿O habla de los que no lo son también?


8 comentarios:

Pepe Millán dijo...

Me troncho, y me troncho otra vez. Da gusto ese anticlericalismo suyo tan bien explicado, pero en el fondo defendemos lo nuestro, mal que nos pese. Odio a Peter Pan. Odio a Santa claus. No soy de The walking dead, pero tampoco me importa un poquito de zambomba y fiestas de guardar para no desentonar demasiado en mi patio de vecinos. Esto es un lío se mire por donde se mire. Y los zombis cantando una de Michael Jackson...

Miguel Cobo dijo...

Quiero volver a Poe, amigo. A una tarde de invierno de mil novecientos sesenta y cinco (más o menos), leyendo solo en casa "Un enterramiento prematuro" y volver a sentir aquel sudor frío.

Por lo demás , estoy de Hallowen hasta los cata...falcos.

Juan Herrezuelo dijo...

Vengo de tu abrumador archivo cinematográfico del espejo, donde es tan difícil elegir por dónde empieza uno (estupenda tu reseña de Babel) y me encuentro aquí con un asunto que me encocora, aun a sabiendas que es batalla perdida. Tener que leer en un periódico serio que hoy es “la noche más terrorífica del año”, ver que en un concurso de la tele la gente va vestida de Drácula y cosas así, haber visto en una superficie comercial que venden calabazas con pegatinas y que en un establecimiento de comida rápida han puesto telarañas… Yo no sé si es tradición celta o caldo de gallina, pero es la prueba palpable de que la estupidez no conoce límites y que mi mundo no es de este reino. Hablas de Poe, pero me vale también alguna de esas maravillosas leyendas de Bécquer. Pero esto… Denme ustedes un poco de “llamé al cielo y no me oyó”, por favor.

Miguel Cobo dijo...

"Maese Pérez, el organista", Juan. Por ejemplo

Julián Calmaestra dijo...

Hasta ahí estoy del Jalogüín, sr. Calvo de Mora.
Colonizados estamos. Me da igual que la fiesta sea celta o americano o del pueblo de al lado pero yo no quiero fiestas para mí.
Anoche vi zombis por la calle como si fuese el Thriller de Michael Jackson, que en paz descanse el hombre.+
Sin entender, como dices, nada.
Sin saber quién era Poe, sí, señor. Con un par de huevos los tíos vestidos de muertos y las tías haciendo el gilipollas integral vestidas de novias de los zombis o de brujas de Salem.
Qué aberrración total.
A mí me gusta mi visitita al cementerio a darle una vuelta a mis muertos. Lo hago sin dolor. No es una fiesta, pero lo hago sin dolor. No se puede hacer nada contra la muerte. Pero no sé yo si reírse a carcajadas de ella da algun beneficio.
Un saludo.

José Luis Martínez Clares dijo...

Anoche vinieron a casa esos irreverentes acólitos del demonio. Fue terrible... pecaminoso. Saludos cordiales

Alberto Granados dijo...

Sólo me vestiría de gilipollas por molestar a los epíscopos. Prefiero mi antiguo tenorio, mis castañas y mis gachas deharina con miel de caldera. A la mañana siguiente, boniatos cocidos con almíbar...
Nos hemos vuelto vulgares o el haber perdido la pátina pasa factura. No lo sé, pero no soporto el Jalogüín: sus muertos!

AG

Yuski dijo...

Ni Halloween de aquí ni Halloween de allí. Halloween los dos, qué le vamos a decir al lector. Miedo los dos. Miedo me dan los dos. Tanta muerte con rédito.

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