29.7.09

Cierra la Luque, en Córdoba...


Cerrará en breve la librería Luque, en Córdoba. En cierto modo que cierre un librería no debería causar mayor conmoción que si le toca echar el cierre a una ferretería o a una tienda de todo a cien. El daño es el doméstico, el que obtura el salario de unas familias, pero detrás de ese cáncer económico está el moral, la evidencia de que no interesan los libros o que interesan muy tangencialmente y se compran en las grandes superficies junto a los tarritos de paté de oca y las pilas alcalinas para el mando a distancia de la play. Cierra la Luque después de noventa años vendiendo libros, que es una forma de vender felicidad. No cuesta mucho aceptar que la crisis haya convertido los templos de la cultura en locales vacíos, dispuestos a que un empresario envalentonado lo convierte en templo de otra cosa, no sé, vendiendo bragas o bisutería. Lo que duele del cierre de la Luque es que no podamos entrar otra vez a perdernos en sus anaqueles y buscar lo que sabíamos que no encontraríamos en casi ningún otro sitio. No acepto que los libros sean caros. Basta dividir las horas que empleamos en la travesía que ofrecen entre los euros del canje comercial. No sé a qué sale una página, pero sin duda menos que un minuto de un disco de éxitos del verano y muchísimo menos que un segundo de un politono. Acepto que cada uno invierta sus ahorros en donde quiera y me atribuyo mi parte de culpa porque tal vez pudiendo he comprado libros en tiendas gigantescas, de esas a las que no se les nota tanto la crisis y los libros se venden junto a cremas de afeitar y botellas de whisky barato. El cliente es soberano y puede convertir un negocio en un naufragio. Otras librerías también cayeron en Córdoba, pero ninguna con la solera de la Luque, ninguna con casi cien años, ninguna que haya educado a una buena parte de la sociedad cordobesa de dos siglos. Además en su escaparate y en sus nutridas estanterías vi publicado mi primer libro de poemas. Recuerdo que entraba en el local y lo veía allí expuesto, junto a otros libros de poetas de verdad, y salía de la librería entre la zozobra y la vergüenza, convertido en un pequeño héroe de las letras para mi estricto círculo de amigos y de familiares y en un nombre más, uno diminuto, en aquel santuario de belleza pura y asequible. Cosas que no van a suceder de nuevo.




4 comentarios:

Isabel Huete dijo...

Llevas razón: cuando se cierra una librería como ésa algo se muere dentro de nosotros. En Madrid van cerrando también aunque algunas resisten como jabatas. Es como una agonía lenta y dolorosa. Yo nunca compro en grandes superficies casi nada y menos libros. Soy partidaria de las tiendas de barrio y de las librerías de siempre.
Un besotes y ¡animo!

Eduardo dijo...

Pues echa un vistazo a mi blog, que hay otro cierre que me tiene desconsolado...

Emilio Calvo de Mora dijo...

En ciudades como Córdoba se nota más el cierre. Por haber pocas, sobre todo. Además en ésta fluia cierta vida cultural cordobesa que en otras, por otros motivos, no había, Isabel. Una pérdida lamentable. Totalmente.

Desconsuelo compartido. Entiendo lo que cuentas. Como si lo viviera. Se vive, bien leído, Eduardo.

Anónimo dijo...

La culpa hay que repartirla porque la primera que no suele ir a librerías buenas como la que nombres soy yo que prefiero lo que dices, entrar en grandes superficies y por la falta de tiempo meter en el carro pues libros y lo que haga falta. Es el stress moderno, no tengo duda. Eso está matando los comercios chiquitos, las librerías por ejemplo. Luisa

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