17.10.16
Los escritores son lectores agradecidos
Los escritores son lectores agradecidos. Cuanto más se lee, es más hondo ese agradecimiento. En un extremo, el argumento invalida al mismo escritor, lo recluye en la lectura. El hecho de escribir es apartarse del vicio mayor y afanar la voluntad en la comisión de uno de rango menor. He aquí la paradoja: todo escritor, por serlo, renuncia a ser el lector que quisiera. Un avance más: el lector que de verdad se cree el oficio que ha elegido no se convertirá jamás en escritor. En lo personal, el tiempo que empleo en escribir es el que no le dedico a leer lo que los demás escriben. En ocasiones, he dejado un libro porque no he podido sustraerme del deseo voraz de escribir. Si tuviera que elegir entre seguir escribiendo o seguir leyendo (puestos a que tuviera que escoger, pensando en que se me obligara a esa disyuntiva terrible) elegiría la lectura. No sé vivir sin leer. Prefiero las ocurrencias de los otros a las muy privadas y modestas mías. En todo caso, todo es baladí. No se produce nunca una diatriba íntima tan drástica. Tras una novela, sin discontinuidad, abro otra. Vengo de La vida sexual de las gemelas siamesas (Irvine Welsh) y anoche comencé (de nuevo, años después) Mil cretinos (Quim Monzó) Hubo un tiempo en que me propuse anotar qué leía, consignar en una libreta los libros que iban cayendo. De hecho inicié ese labor muy agradable de hacer constancia de lo consumido. No sé cuándo dejé de anotar. Imagino que no le vi interés. Ahora no tiene sentido. Estaría bien si fuese el de esta noche el primero de todos los libros. No lo es, nunca lo será de nuevo. Qué maravillosas son todas esas primeras veces. Nunca vuelven, jamás aparecen. Ni uno es el mismo. Lo dijo Heráclito, lo registró Borges más tarde, lo cuento yo ahora como quien entona una especie de plegaria. Agradecida también. Es bueno no perder la costumbre de dar las gracias por las que cosas que nos hacen felices. Creo que es mucha escritura por hoy. El día ha sido intenso, mucho, bien pensado. Los cuentos de Monzó son cortos. Entran bien. Duran dentro, pero entran muy bien, sin estridencias. Welsh no me parece un escritor altamente recomendable. Se traba en un lenguaje quizá un poco hosco. Tiene su momento esa liberación de las formas, pero en estos días prefiero que se me hable con menos fiereza.
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