14.3.13

Los días fértiles


                                                                                                                      Para Caty Luz

A veces no sabe uno cómo expresar la alegría, pero con qué esmero se obstina el ingenio en manifestar la tristeza, en hacer ver a los otros lo mal que nos sentimos y la terrible desdicha que nos desconsuela el alma. Hay una especie de inclinación en el espíritu a no exhibir lo maravillosamente bien que se siente. Prefiere la pesadumbre, el desencanto, la turbiedad. Hay días en los que el sol esplende en lo alto, los leones fornican en la sabana y las guitarras de los Beach Boys suenan dentro del cerebro, en algún rincón que no podemos gobernar. Días fértiles. Días felices. Días pop. Los días deberían más pop que clásicos. Piezas cortas. Tres minutos de absoluta jovialidad. Lo malo es que no hay canciones perfectas que duren más de catorce, pongo por caso. En el minuto seis se desangela el tono festivo y entremeten un paréntesis más solemne. Solo al final, regresa a como de coda la algarabía, el coro del júbilo. La felicidad, en ese extraño modo de contarse uno las cosas, no es algo aprehensible. Se puede defender la idea de que haya fragmentos idílicos, una felicidad desmenuzada, convertida en piezas muy pequeñas de un puzzle, por fuerza, maravilloso, pero caótico. Los días fértiles y los días felices son los que nos afanamos por tener. Los otros, los del gris, los dignos de pena, escoltan (en irremediable abundancia) a los que de verdad hacen que vivir sea un festejo. Lo es de una manera frágil.  De esa belleza casi inasible nace el dolor que produce su peculiar tránsito. Me pedía Caty, mi buena amiga de la época universitaria, a la que no veo nunca y a la que aprecio, sin embargo, bien cerca, que dejara los días sin letras de Bob Dylan, los días plomizos, con olor a casa abandonada. Que los cambiara por los días fértiles y por los días felices. Por el pop. Por la melodía que se deja querer y a la que uno regresa y donde se siente perturbado, dulcemente perturbado, conmovido. No sé cómo contarlo de otra forma. A lo único que llego es a sentirme pleno cuando advierto que los que me leen entienden lo que escribo. Como si solo hiciésemos esto. Escribir. Dejar que lo que soy sea leído. Va por ti, amiga. Seguro que los días malos que has pasado recientemente (lo saben mejor los que tienes cerca, los que te aman en privado) no vuelven. Vendrán otros y vendrán con una sonrisa.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

BRavo.
Vivan los Beach Boys en el cerebro.
Viva la alegría, aunque sea a pedacitos.


Carmen

Merche Cruz dijo...

Precioso. Espero que a Caty le guste.

Unknown dijo...

Merche a Caty le encanta como siempre.

J.A. Armenteros dijo...

Y a mí, Merche, Caty, Carmen, Emilio.
Alegría.
Eso necesitamos. Pop life, como cantaba Prince antes de ser Otra Cosa, jeje.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.