28.8.09

La pintura infinita: Hopper vs. Banksy



En 1.942 Edward Hopper pinta Nighthawks. En 2.007 Bansky reconstruye el cuadro y despeja la incógnita formulada por el maestro norteamericano al agregar al hooligan, exhibiendo sin pudor sus infames boxers de la Union Jack, al descerebrado, fofo y probablemente ebrio, el que rompe la mansedumbre de Hopper, sus personajes tranquilos, perdidos en la noche, refugiados en la quintaesencia plástica del bar americano, con grandes cristaleras que ofrecen su confort al transeúnte. Los diners, esos establecimientos que abren durante toda la noche y tutelan, sin franquear la intimidad de la soledad de cada uno, el insomnio de los clientes, esa costumbre cinematográfica que consiste en ignorar el decurso de las horas alrededor de un gintonic como decía Piano man, la hermosa canción de Billy Joel.
En el cuadro de Hopper hay una historia que el pintor se resiste a contar. Su incompetencia narrativa es la capacidad de fabulación del que mira el cuadro. Por eso Bansky, un revolucionario urbano, una especie de emperador subversivo que saca el museo a la calle, rehace la pintura de Hopper y le coloca el personaje ausente. En cierto modo los tiempos en los que vivimos prefieren cuadros ya resueltos. Como el de Banksy. Claro que también podemos continuar el guión abierto por el graffitero inglés y elaborar otro cuadro, otro fotograma, hasta completar una película que empieza, a lo visto, en 1.942, cuando a Hopper se le ocurre abandonar en la noche a cuatro halcones (hawk en inglés) y someterlos al rutinario despiece moral de la oscuridad, a su inflexible disección de las emociones. Y si arriba, en el cuadro primigenio, todo está por decir, insinuándose cualquier camino a partir de cualquier elemento integrado en la pintura, en la obra posterior, en la de Banksy, el hooligan descifra la ecuación y alerta sobre la posibilidad de que dentro del diner alguien pueda incomodarle. No sé, tal vez le molesta la paz convertida en estampa o el silencio únicamente roto por un jukebox en el que suenen las hermanas Andrews. O quizá está tan borracho que ha confudido la cristalera del bar con un espejo en el que se le devuelva, íntegra, sin amplificar ni menguar, su decadencia.



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4 comentarios:

Andrés Rueda dijo...

Genial, Emilio. Conocía el cuadro de Hopper, no la versión "moderna". Falta ahora un tercer cuadro, pongamos por caso, donde un par de polis se llevan al holigan, como tú dices. Y otro más en el que el bar está solo y todos están en la acera viendo como contienen al energúmeno, que ofrece un montón de resistencia. Un post original, como casi siempre. He recomendado tu blog a unos amigos y ya sé que te visitan. Enhorbuena por tu escritura "cristalina". En serio.

Kinezoe dijo...

Siempre me gustó esa oscura y tranquila estampa de Hopper, quizá porque, como tú bien dices, está a medio contar; no sabemos nada de sus personajes salvo que son parte de la fauna que puebla la gran urbe por la noche. La noche y la soledad, un tema fascinante. Supongo que su proximidad al género negro es también otra de las razones por las que me embeleso con esta pintura.

Un saludo Emilio, y enhorabuena por el blog! Muy interesante.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Por eso el cuadro es infinito. Al menos si tenemos gana de buscarle una continuación lúdica, que no razonable. Saludos, Andrés. Y gracias...

El cuadro, Kinezoe, lo descubrí hace años. En una habitación de un piso de alquiler de estudiantes. Desde entonces acude de vez en cuando. Tenía gana de escribir algo sobre él. Y la duplicación, aunque modificada, vino a pelo. No sabemos nada de los personajes, es cierto, pero podemos inventarles un texto, uno cinematográfico, seguramente. Comparto contigo mi admiración por Dean Martin, por cierto. Un saludo para ti, y gracias por tus palabras...

Alex dijo...

Leí tu posteo en otra ciudad, hace días. Como fanático de la obra de Hopper, no estoy de acuerdo con tu visión de profundidad, aunque sí con el fondo. El cuadro de Bansky busca respuestas donde no las hay. Un café en la soledad compartida de un bar nocturno no necesita de sillas rotas contra una cristalera. Sin embargo, la ira contenida del día a día presagia las miradas hacia unos calzoncillos ilustrados con la Unión Jack.

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