3.2.19

Sábado / Domingo


Sábado

No siempre coincide el deseo con la realidad, ni hay que reclamar esa coincidencia. En lo anhelado hay una promesa, una fractura útil; se percata uno del placer que produce la espera. No se nos ha educado para ella. A todo se le impone un plazo, un vencimiento moral o físico. Lo que no alcanzamos gangrena lo que ya tenemos. Se es más cuanto más se tiene, se oye decir, hasta lo piensa uno a veces, pero acaba venciendo la templanza, cierto estado natural de las cosas. Estamos saturados y, aún así, seguimos en el afán de poseer más, sin que en ningún momento agotemos (ni lo más mínimo) lo apropiado. La lejanía del logro lo banaliza: su certeza lo debilita. Es nuestro mientras lo perseguimos, se deshace cuando lo conseguimos. De ahí que triunfe la mercancía, el consumo, el capitalismo. Todo es nuestro. Lo es desde que lo percibimos. Pierde entidad, se le relega, se aparta, en cuanto es propiedad nuestra. Es el imperio de la obsolescencia, se programe o no, esté incrustada ya en fábrica o se la adjudiquemos nosotros. Se desea sin voluntad expresa, no hay una cultura del deseo, ni se percibe que vaya a haberla. Hay indicadores que confirman esta hipótesis. Tenemos más de lo que necesitamos. Hasta esa necesidad flaquea, se aleja de la razón que la anima, que es ocupar lo que está hueco. El deseo es la sublimación del hueco. Me dice K., que lee por encima del móvil mientras escribo, que viajar es la única propiedad que trasciende. Que no hay objeto físico comparable al espiritual de viajar. La realidad y el deseo convergen más cuando uno deja su casa y prueba alejarse, ir donde no se ha estado, que es un hueco que secretamente desea ser ocupado. Los libros suplen a veces al viaje. El libro es el hueco siempre disponible, el deseo accesible y puro. 

Domingo


Querría, como cuenta a veces Savater, ser solo lector. Es un oficio gratificante leer. Se lee con entusiasmo o se cierra el libro. Hay una satisfacción continua, a la que no se le puede objetar nada. Uno elige lo que lee como elige lo que vive. La vida es otro libro, otro oficio satisfactorio. En realidad es el único. Los otros oficios que vamos pergeñando provienen de ése, son una extensión fiable de ése. El libro de la vida es realidad y deseo juntamente. Amanece con sol el domingo. 

2 comentarios:

Gregorio dijo...

Mi paraíso sería:
Dedicarme a escuchar música y a leer. ¡Sólo necesitaría éso para vivir!
Pero la vida es hortera, chabacana, nos hace falta hacer algo tan de mal gusto como trabajar para poder pagar facturas...

Melissa Hernández dijo...

Fantástico es leer este tipo de palabras un día de domingo, quizá no son tan malos como creemos. Un saludo :)

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