La luna de anoche, la de sangre, medra en la memoria, la ocupa entera a ratos, silencia las lunas antiguas, las blancas o las acuertaladas en su timidez o las de plenitud incivil y desafiante, aplaza la claridad del día irrumpido hoy, hace que no prospere la luz, a pesar de su dureza de verano. No sabemos qué fue de ella, si ese limbo suyo tenebroso quiso contar algo y no supimos entender o no quisimos, por temor, por la cautela ancestral alojada en nuestro pecho. No sabemos nada, no tenemos ningún mapa suyo, nada fiable a lo que aferrarnos. La luna es un descuido de Dios. El hombre es una anomalía. Le incumbe sólo su influjo, su secreta terquedad, su anhelo sin dueño.
22.9.18
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Breviario de vidas excéntricas / 55 / Ismael Lapiedra
Tengo por costumbre no llevarme la contraria, pero a veces me fuerzo a rebatirme. Tal vez me mueva cierto afecto por las novedades o la ne...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hay cosas que están lejos y a las que uno renuncia. Tengo amigos que veré muy pocas veces o ninguna. Tengo paisajes en la memoria que no v...
No hay comentarios:
Publicar un comentario