Que la casa sería enorme para los dos lo supimos antes de entrar y verla en detalle. El agente inmobiliario se prodigó en atenciones, pero sobraron todas. Esa limpia sensación de confort y de clausura. Nos agradó la ampulosidad, aunque por razones distintas. La línea perfecta de trabajo. Ella tendría espacio para perderse. Yo, para buscarla.
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