Echo de menos los aeropuertos, la sensación de plenitud previa a la tristeza final consistente en que, una vez que has viajado y regresado, el mismo aeropuerto en el que fuiste feliz y sentiste la armonía del vasto cielo encima tuyo es después un lugar desolador y deprimente y sólo anhelas coger el coche, llegar a casa, deshacer las maletas y tumbarte en tu sofá favorito a ver uno de esos entretenidos programas de viajes.
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