14.8.20

Entonces, ahora




Ver clásicos en blanco y negro que hace una vida que no ves y comprobar que te siguen entusiasmando me hace pensar en que cambiamos poco o no cambiamos nada. Sin embargo, dudo que la revisión de Treinta y nueve escalones, la obra maestra del periodo inglés de Hitchcock, que cayó hace un par de noches, la viera el mismo Emilio Calvo de Mora que la disfrutó en un cine de arte y ensayo, que se llamaban entonces con pomposidad y elitismo. Fue otro el que la ha vuelto a ver ahora. No tiene nada que ver con aquél. Comparten cosas que se van fragmentando, deteriorando e incluso acabando por desaparecer. Nadie baja dos veces a las aguas del mismo río. Fue Heráclito o uno de su época, no sé, el que dejó sentenciado que el río cambia y el que penetra en sus aguas también. Del yo que fui en 1980 al de hoy solo se mantiene el afecto a algunas personas, el amor a otras que llegaron después , la querencia por ciertos vicios y la comprensión, certera a veces, de que uno debe estar a gusto consigo mismo para seguir trasegando día a día, buscando qué armonía amar, qué secreto preservar, qué dulce acomodo en el mundo. Y admito que disfruté como a quien, privado de sus golosinas, le dejan en una habitación a solas con un saco de ellas.

1 comentario:

eli mendez dijo...

Uhhh...que lindo esto....esta reflexión y ese final!! Un poco confuso lo que quiero decir...jajaj ni yo misma me entiendo... siento que en algunas cosas ...en esencia somos los mismos...y en otras somos tan extraños...evolucionando hacia otros aspectos todo el tiempo...y sin embargo volviendo también a menudo a otros que creíamos olvidados.. Saludos!

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.