Hay vidas improbables que le tocan a uno en suerte o es una sola vida y
su vértigo la multiplica. Duele siempre su conclusión. La noticia
del cese. La evidencia notarial del acta que rigurosamente consigna
la ebriedad de los días, ese dulzor incierto en los labios que nos
escolta, ufanos, al sueño. No es la fe, que preña la inteligencia de
metáforas, sino la ficción, el libro prestado en el que narramos la
desdicha, la gloria y también el fulgor invisible de estar vivos y
celebrar en cada gesto el empeño. Vidas que son de otros. Historias
compartidas. Nada de los demás no es en parte mío. Ninguna propiedad mía
lo es enteramente.
Sólo es nuestro lo que perdimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe...