5.9.14

El cerdo feliz


No sé qué se necesita para ser feliz. Ni siquiera poseo una idea leve, transportable, de fácil asiento en la cabeza. Todo lo que uno puede saber sobre la felicidad no suele servir para que otros la disfruten. La que yo siento escuchando Kind of blue, el antológico disco de Miles Davis, nunca lo he visto en el rostro de quienes han compartido conmigo la experiencia de meter el cedé en la bandeja y darle al play del reproductor, pero tampoco quiere eso decir mucho. De hecho hablo sin saber, que es muy mío, apenas consciente de que los demás, a su secreto modo, viven la felicidad con la intensidad que yo a veces no percibo en ellos. Anoche vi a un hombre, en la esquina de mi calle, contemplar las evoluciones de un gato. Juro que le prestaba una atención máxima. Era un espectáculo el hombre de la esquina, un hombre mayor que suelo ver merodeando el bar que principia mi calle. El gato no tenía importancia alguna. Podía haber sido el vuelo de una golondrina o un muchacho dándole patadas a un balón. Hay quien siente el placer y no lo manifiesta, una especie de placer privado y compartimentado,  inaudible casi, como si lo reprimiese y, contenido adentro, lo disfrutara con mayor firmeza. Lo que me fascina de esta fotografía, cuyo autor desconozco, es la felicidad que transpira, toda esa rudimentaria evidencia de que podemos convivir en este mundo sin tener que hacer lo que hacen los otros, sin acabar ejecutando ceremonias ajenas, simplemente dejándose llevar por algún volunto inargumentable, imposible de vestir con palabras. No sabemos qué piensa el cerdo. Ojalá pudiéramos. De verdad que aprenderíamos algo. Ahora me retiro a mis cuarteles del sueño. Juro ahora que el día ha sido de una intensidad maravillosa y a veces insoportable. Los días, en ocasiones, nos abrazan tan animadamente que acaban por molirnos. Ahora mismo estoy un poco molido. Escribir sirve para conciliar el sueño. Cierro. Buenas noches. Voy a ver por ahí si España le ha ganado a Francia. Me da que no habrá levantado cabeza. Son malos tiempos para sacar banderas a los balcones. 

3 comentarios:

El Doctor dijo...

Dice en un verso de Houllebecq:

"No temáis a la felicidad: no existe."

Mucho antes le preguntaron a Eisntein si era feliz y el tipo de los cabellos revueltos y el de las ecuaciones todavía sin resolver, respondió:

"No. Ni falta que me hace".

¿El cerdo? Estuve trabajando durante mucho tiempo delante de un matadero. Llegaban camiones de cerdos. Todos ellos comiendo dentro de sus jaulas. Todos ellos con sus hocicos húmedos oliendo o intentando oler la calle. Se abre la puerta metálica oxidada y sale un bruto con un gancho ensangrentado. Es entonces cuando los cerdos empiezan a comprender. Dicen que el cerdo y el cuervo son los animales más inteligentes que existen, por lo tanto, no pueden ser felices. Ya sabes, el gancho y todo lo que reluce (para el cuervo,claro).

Abrazos mil, amigo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Buen verso de un hombre que me cansa un poco, en lo leído.
Einstein me cae muy bien. Un sabio en muchos aspectos, no solo los académicos.
El cerdo es un símbolo del progreso humano, Francisco.
No sé si de verdad serán inteligentes. Nosotros, no lo somos.
Abrazo repetido, amigo

Emilio Calvo de Mora dijo...

Buen verso de un hombre que me cansa un poco, en lo leído.
Einstein me cae muy bien. Un sabio en muchos aspectos, no solo los académicos.
El cerdo es un símbolo del progreso humano, Francisco.
No sé si de verdad serán inteligentes. Nosotros, no lo somos.
Abrazo repetido, amigo

Pensar la fe