Salvo el sombrero, que nunca he usado, el que mira la línea del horizonte, el skycraper de Manhattan, puedo ser yo. De hecho cada vez que me asomo a esta fotografía encuentro más razones que lo confirman. No hay (que recuerde ahora) paisaje en el que me sienta más identificado. Ninguno con el que me encuentre más en casa. Nada (o casi nada) que me cause una más cómoda sensación de refugio.

Ahora lo entiendo: Ahí El Espejo de los sueños queda a tu altura.
ResponderEliminarUn abrazo, mon ami.
Estar en casa es asumir el paisaje con el que nos identificamos. Si mañana amanecieras en la 7 avenida ¿Estarías en casa?
ResponderEliminarEl hogar es un estado del alma. Abrazos
ResponderEliminarEugene Ionesco en El nuevo inquilino, resume lo que todos llevamos a cabo a lo largo de la vida: preparamos una tumba faraónica para la muerte. Cada vez que alguien me enseña su casa llena de cuadros y vanidades pienso en Ionesco, pienso en la muerte. En su obra el hombre que alquila una habitación vacía y la va llenando de cosas, en plena proliferación de la materia, hasta que el escenario rebosa objetos inútiles sobre el patio de butacas y el protagonista muere ahogado entre sus biombos.
ResponderEliminarEs decir, que te comprendo,amigo,te comprendo.
Abrazos fuertes
En la foto, la ciudad, y su inquilino, parecen tras esa red de hilos, marioneta dócil, que la ciudad -nunca durmiente- lleva.
ResponderEliminarTienes un salón precioso.
ResponderEliminarY da lo mismo lo del sombrero...
ResponderEliminarAna
Podría ser también yo. Siempre quise usar sombrero...
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