6.9.12

Nota de un diario

Uno le va teniendo afecto a las cosas sencillas de las que antes prescindía. Quizá no sea solo el ingreso en una edad de más sereno asiento o el peso de la experiencia que se va amasando. Es también la certeza de que es en lo sencillo en donde verdaderamente reside la belleza. Todo ese barroco y a veces impostado repertorio de compañeros de viaje que el alma se va agenciando (cine sesudo, libros con mucho fuste intelectual) se dejan por el camino en favor de otros compañeros más livianos, útiles de igual forma, pero más transportables. Gana la sensación de que la felicidad es algo extremadamente asequible, pero insoportablemente pasajera. Y se obstina uno en aprehender con fiereza esos fragmentos de felicidad que a lo largo de los años escoltan nuestra manera de estar en el mundo. No es posible la felicidad entera y quizá sea bueno que no exista una durable, fiable, íntegra y pura. Se maneja mejor troceada, entregada fascicularmente. Y hoy, mirando un lejano paisaje de campo con olivos, fijándome en la rutilante belleza de la tarde, caída como una bendición de luz, ofrecida a mí como una especie de pequeño privilegio óptico, he pensado en algunas de las hermosas cosas buenas que he vivido y en cómo están ahí, a cubierto, tuteladas por mi (todavía) formidable memoria, disponibles al antojadizo capricho de mis deseos. Lo malo, el aleteo negro de los pájaros que no llamamos, no se me aparece cuando miro un paisaje tan hermoso, a su manera sencilla, como el de esta tarde, mientras tomaba café en casa de unos amigos, en las afueras, al aire libre, conmovido por el azul del cielo, abducido (me encanta esa expresión) por el numen de lo frágil y de lo irrelevante.



7 comentarios:

Ana Mª dijo...

Hola: despues de las vacaciones vengo con energías renovadas , así que... seguiré leyendo tus artículos . Esto ya es un reto personal , jajaja...besitos a la familia.

José Puerto dijo...

Compañero,la mente nos tiende trampas a veces diabólicas y muchas veces hay que vaciarse para ser feliz, aunque sea un rato solamente, pero un rato y otro pueden alimentar una eternidad entera o al menos una existencia... ¡Uy cómo me pongo de trascendente!... Que me alegro que estés descansadito para emprender la batalla otoñal y siento no leerte más a menudo. Un abrazo.

José Luis Martínez Clares dijo...

Lo frágil perdura más. Tal vez sea el miedo a que se nos escurra entre los dedos o la terrible seguridad de que siempre amamos lo más perecedero. Abrazos

Sergio DS dijo...

También suelo utilizar idéntica expresión, con tu texto has logrado abducirme. Excelente.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Los soles exótiocos hacen mucho para que uno se renueve, verdad, Ana? Besitos grandes a los de aquí y a los de afuera.

Compañero de farra reciente, vaciado y llenado, esclavo y libre, el uno y el dos, la descarnada evasión del espíritu, en fin, la espiritualidad ésa que tú buscas. Esta es tu casa, Pepe.

Lo frágil perdura más. Bueno eso. Solo es nuestro lo que perdimos, escribió mi Borges.

Abducidos, conectados, un abrazo, Sergio.

Andrés Ferreras dijo...

El único problema de las cosas sencillas es que no tienen prestigio en este mundo.
Nos están volviendo mediocres, idiotas, pero sigue vendiendo lo sofisticado, incluso lo hermético. No sé. Hoy no es un buen día. Perdona que te meta en mis asuntos. Un saludo.

Ramón Besonías dijo...

Día contemplativo, my friend. Cierto, a veces pide el cuerpo asiento y mirada perdida, vaciarse del mundanal ruido y ceder al son de pálpito vital. Pero es difícil. Yo soy aprendiz, aún.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.