21.5.12

La cabeza de Dios, la de David Lynch y la mía

Sé con más o menos certeza qué hay dentro de la cabeza de David Lynch. Una parte de la mía entiende a Lynch. La otra se empecina en contradecirla y a poco que me descuido desbarata lo que esa mitad avanza. De hecho la que está escribiendo ahora es la parte no-lynch de mi cabeza. La entusiasta del director americano está mirando la oreja en el jardín de Blue velvet y haciéndose preguntas sobre lo extraña que es casi siempre la vida. He pensado en dejar que sea mi lado-lynch el que escriba, pero el acto de la escritura no está a disposición de quien lo ejerce. Parece como si actuara a sus anchas y decidiese, no sé a antojo de qué, escribir o no hacerlo. Cuando estoy tranquilamente sentado en la terraza de un bar, tomando un café, leyendo la prensa, fumando un cigarrillo, acude Lynch y me desbarata el remanso de paz que he construído. Sucede entonces algo que odioso muchísimo. Cojo una servilleta de papel, que es lo que está más a mano, y manuscribo unas ideas, palabras que Lynch, desde mi parte cómplice de la cabeza, me dicta como en confesión multimedia, pero las ideas se atropellan y las palabras se montan unas encima de otras hasta formar un grumo semántico impresentable a mis entendederas. A mi amigo K. le sucede lo mismo con Dios. Dice que en ocasiones entra en su cabeza. Que en otras, a voluntad del azar o de la conjunción de los astros, sale y que, en última instancia, nunca es él el que maneja la duración de la estancia, el tiempo en que su corazón brinca y se alboroza al contacto puro con la divinidad. Días en los que abraza la causa de la fe y la comparte con el prójimo y días en los que le hastía lo que antes le fascinó. Días de un boscoso entramado metafórico en los que uno ve con pristina transparencia los misterios del cosmos y días de una vulgaridad espantosa en los que Lynch, K. y el mismo Dios no nos merecen ni la más mínima de la atenciones.

7 comentarios:

El Doctor dijo...

Debo reconocer que soy un apasionado del cine de David Lynch. Los mundos representados por Lynch siempre han sido extraños, como no se cansan de asegurar algunos de los propios personajes de sus películas. Y yo también. La fiabilidad del mundo y las personas que nos rodean no es sino una frágil apariencia, y basta una sacudida para que los decorados y las máscaras se vengan al suelo y revelen los horrores que encubren. Desde sus primeros cortos hasta Inland Empire, poseen un espacio que pudo ser y siguen sin existir. "No es que este mundo no exista, sino que su realidad no es tal. Todo parece existir y nada existe." E.M.Cioran. No vivimos en la realidad; vivimos en una descripción de la realidad. Es decir, fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real. Nada se sabe, todo se imagina. El mundo de Lynch es extraño, pero consecuente.
Eso sí,cuando uno está en una terracita junto a un café...

Un fuerte abrazo,amigo.

José Luis Martínez Clares dijo...

El comienzo de tu artículo describe lo que nos sucede a la mayoría de los cinéfilos con David Lynch. Quisiera comprenderle por completo, pero no lo consigo. Sigo su estela, únicamente, a cierta distancia, con dificultades. Abrazos

Joselu dijo...

Hubo un tiempo en que me fascinó el cine de Lynch. Ya te contaba en mi anterior comentario. Vi un montón de veces Terciopelo azul y cada vez que terminaba deseaba volver a verla de nuevo. Había algo magnético en aquella cinta. Twin Peaks me reveló en cambio la oquedad de su mundo. No es un juicio intelectual, solo es la impresión que sentí en aquella secuencia de episodios que empecé cautivado y terminé totalmente decepcionado. Al llevar su mundo a un entramado de serie que giraba y giraba, presentí que aquello en realidad no tenía nada dentro, que era puro entretenimiento con barniz intelectualoide. Me pasó también viendo una película de Peter Greeneway. Fue la primera que vi y la última. Hay películas que uno no entiende pero que dejan una sensación de que es necesario volver a verlas. Me pasó con Hiroshima mon amour y también con El séptimo sello o con Grupo salvaje. Son películas que vi a los 16 años y me faltaban elementos de juicio para entender algo. Sin embargo, hube de volver a ellas años después pues había algo que no estaba cerrado. Con David Lynch tengo la impresión de que su serie televisiva me reveló la impostura de un farsante huero y pretencioso. No tengo ninguna base puesto que no he visto su cine posterior salvo Wild at heart y Mullholland Drive, y ya no me dijo nada esencial. Creo que no tengo ningún lado David Lynch. Puro oropel metafísico sin ninguna alma. Bah.

Ramón Besonías dijo...

Tengo una actitud ambivalente con el universo de Lynch. Por un lado, lo detesto, me entra sopor solo de pensar que tengo que sentarme 90 minutos para contemplar su lógica onírica. Pero por el otro, cuando por fin reúno fuerzas para hacerlo, salgo de la experiencia -quizá sea solo un mero mecanismo de compensación- exhausto pero feliz de llevarme a casa más preguntas que certezas, más incertidumbre que resultados. Lynch te obliga, pistola en mano, a reconocer que el mundo carece de sentido, más allá de la manifestación inconexa de nuestros deseos.

La vida, entendida como un relato biográfico, con una temporalidad lineal, es simplemente un mecanismo de defensa, la forma que tiene nuestro cerebro de no volverse loco, presa del desconcierto y la perplejidad eterna que preside el universo humano.

Lynch nos invita a no tenerle miedo a esa verdad subyacente que rige nuestra existencia. Pero tras el experimento sale uno consternado, convencido de que tras la experiencia volverás de nuevo a tu feliz biografía de significados.

Isabel Huete dijo...

A mí me gusta el mundo complejo de Lynch, la mezcla de realidad y ficción que hace de la vida, su mirada comprometida con el mundo interior de sus personajes, la desazón que me produce y, al tiempo, la sensación de haber descubierto algo diferente, una perspectiva hasta ese momento no investigada por mi a veces surrealista mente. La conclusión a la que suelo llegar después de ver una de sus pelis es que la vida es en realidad un cuento chino. Lynch, Dios, K. o tú, Emilio, sois parte de un rodaje en el que el guión es lo de menos. Yo a veces no sabría decir quién de todos escribe. :)

Emilio Calvo de Mora dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Emilio Calvo de Mora dijo...

Gracias a todos. Cuando escribo sobre algo que me apasiona siempre pienso en cierto lectores que me sigan y me dialoguen. Érais vosotros. Me faltan un par o tres, pero vosotros estábais. Para esto escribo. Un abrazo repartido geográficamente ( Barcelona, Badajoz, Madrid,Jose Luis-de-dónde.eres) )


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