Más que Dios, atento siempre a las inclinaciones más sinceras de sus hijos, la cara de este hombre parece que se la puso un ángel caído. Uno de esos de ocupan las mejores páginas de la literatura gótica. Uno a sueldo de Dan Brown. El ángel sin glamour ni fotogenia. La mía no sé a estas alturas quién me la dio. En el fondo, la suya, ésta, poco importan. Pero a veces cómo entorpecen.

Infinita mala leche dominical, pero así me gustas más.-
ResponderEliminarAna
Ay, ay, ay, ay ,ay
ResponderEliminarNo estoy seguro de que el rostro es el reflejo del alma, porque en tal caso difícil lo tiene Ratzinger, igual que Rouco Varela. Quiero pensar que hay algo más allá del rostro, pero es cierto que sus imágenes no expresan mucha espiritualidad ni la misma creencia en un más allá. La iglesia ha de gestionar un imperio demasiado grande para convertirse en humilde y empezar desde cero. Pero no quedará otra.
ResponderEliminarEn la realidad, como en el cine, un buen rostro suele ayudar a sacar adelante una interpretación mediocre. En el caso del Papa, el rostro debería ser el espejo del alma.
ResponderEliminarda un poco de miedo
ResponderEliminarYo creo, Ramón, que es el alma del espejo (en su sentido etimológico: speculum, instrumento de mirada). ¡Qué yuyu! (como dicen los anónimos y J.G.)
ResponderEliminarYuyu teológico, miedo a estos cafres, terror vaticano!!!!!
ResponderEliminarYuyu teológico, miedo a estos cafres, terror vaticano!!!!!
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