16.2.11

Berlusconi / Pajín


Jamás he escrito la palabra Berlusconi. La he oído cientos de veces y la habré pronunciado algunas menos, pero nunca (y mira que escribo) he escrito Berlusconi. Y ahora que por fin (y ya van dos veces) he tecleado las letras que concluyen con la transcripción fonética de su nombre me he sentido un poco liberado. Berlusconi: ya van tres. Me va a pasar como el eremita de La vida de Brian, que había estado un montón de años en estricto silencio y al ser obligado a hablar (Brian le pisa y el eremita, inevitablemente, masculla un grito) no deja de hacerlo. Berlusconi, Berlusconi, Berlusconi. Y esta incontinencia semántica sólo intenta verbalizar el horror ante el personaje. Como si al pronunciarlo, al imponer su nombre a la realidad, el mismo personaje, en una especie de vudú semiótico, sufriera algún tipo de castigo divino. Como uno no cree en las aflicciones supraterrenas y sí, bien al contrario, en el dolor que se aplica en vida, sólo deseo que al tiparraco éste le venga encima, a pesar de sus 74 años y de la imposibilidad legal de que termine sus días entre rejas, una apoplejía moral, un finísimo cáncer ético y se vea de pronto viejo y abandonado, podrido de pasta, olvidado del mundo, concentrado en pensar y en repensar el daño que ha causado a un país y a las instituciones que lo ofrecen al mundo y a sí mismo. El tal Berlusconi saldrá al final indemne: suele pasar que esta morralla de la sociedad encuentra quien ampare su delito y lo saquen del apuro y hasta le ofrezcan tribunas desde donde resarcir su imagen dañada. La de este hombre no puede repararse en forma alguna. Tengo gana de que acabe la pantomima (espero que no lo sea) del juicio y deje de ocupar minutos en los informativos que suelo ver en televisión. Me duele ver su cara de mafioso elegante. Duele (también) escuchar al pueblo italiano pedir que se vaya.
Nosotros tenemos lo nuestro, no crean, pero no hay berlusconis en casa. Hay otras cosas. Exhibimos otros personajes que fomentan la indignación propia y la ajena, pero no creo que haya nada parecido aquí dentro. Bueno, está la señora Pajín, que se ha visto de pronto en su esencia verdadera al condenar que en una obra de teatro se fume. Asunto menor, sin duda. Que fumen los actores, digo. Es que en la obra, ignoro cuál, tampoco importa, los intérpretes fuman en escena.Hasta Berlusconi se escandalizaría del desatino. Y es la segunda vez en pocos días que traigo a mi blog a la Ministra. Estoy desvariando: voy a perder lectores.

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6 comentarios:

Ex-compi dijo...

El único consuelo que se tiene, es que él también muere... pero que duro es...

Ana dijo...

No vas a perder lectores. Que va...
Berlusconi, hablando de lo que estamos, es un payaso, pero a mi me hace pensar la razón por la aque está ahí, y es... por el pueblo italiano... Cómo le votaron?

Ana dijo...

Ah, a mí como mujer, me cae gordo hasta reventar. Presume incluso de que es bueno en la cama, pero ¿qué se cree el payaso?

alex dijo...

Il Folliatore es un espejo de la peor cara del mediterráneo prototípico. El que sueña con avallasar al vecino, a mojarle la oreja. El que presume de las mujeres a las que se ha tirado, de rolex y de trajes a medida. Lo peor es que la mayoría de los italianos ven a todo lo que hace un pecado venial.

La Pajín es otra historia. No necesariamente mejor, sólo distinta.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Por supuesto, Ex-compi. Pero vivo, en faena, mira que molesta...

Gracias, Ana, siempre cómplice de lo que escribo.
Le votaron como se vota a veces: por impulsos, por enfados previos, sin caer en la cuenta de la responsabilidad de lo que se vota, del dictamen de la urna,

Il Folliatore, bueno, no me acordaba. Es un personaje perverso, en el fondo. Lo malo es su público, ese hechizo entre la tosquedad de sus maneras y la mala leche de sus ideas y la fascinació0n que ejerce... La ejerce. Sin duda. La Pajín, post aparte. Adiós, amiguito. Echo en falta nuestras charlas. Cae una pronto. Próximo viernes?

alex dijo...

Pronto debe caer, Emilio. También yo echo de menos una tertulia telefónica. Te escribo antes del viernes para confirmar.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.