2.6.09

Una poética

Yo creo que los poetas eluden entender la realidad. Manifiestan incógnitas, abren zanjas a las que caer, ofrecen extravíos. Como Kavafis en su célebre poema, ocultan los atajos, exhiben los caminos más largos. La travesía del poeta tiene una vocación de pérdida. El lector de poesía es un aventurero: sale al campo abierto sin brújula y sin arnés: es un valiente al que le interesa más perderse y buscar afanosamente una salida que ir siempre bien guiado y divisar salidas al enigma.
Probablemente la poesía nos aproxima más que ningún otro género literario a la vida. Hay una educación sentimental a la que la poesía, la alta, la limpia, la que más tozudamente nos hurga dentro, contribuye con más certero ahinco que la novela. Las tramas novelescas emulan a la realidad de alguna forma la duplican, la escudriñan, la abre a la busca de un significado válido que zanje las incertidumbres de vivir, pero a la poesía no le interesa recrear la vida: lo que el hace es acometer el juego de intrigarla, sacrificando el cálido cobijo de la razón en beneficio del caos, de la pérdida, de la herida abierta por la que el lector muere y renace en un mismo verso.
Y es verdad que los poetas renuncian a entender la vida: se pierden en la boscosa impostura del verbo, se alistan en el ejército de esa oscuridad de la que nacen después todas las luces posibles. Yo, poeta a tiempo parcial, en fin, poeta manumitido de la poesía por circunstancias muy especiales, no entiendo la realidad. No la entiendo en absoluto. Se me escapa. Se fuga a cada vano intento de aproximarla.
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8 comentarios:

el rayo verde dijo...

No estoy de acuerdo contigo pero has hecho una interesante reflexión sobre uno de los problemas espinosos que supone ser poeta (aquel que busca encontrar alguna forma de realidad).
saludos cordiales

Emilio Calvo de Mora dijo...

Estar de acuerdo o no es también otra parte del problema de no saber cómo resolver las incógnitas. O eso creo. Saludos a ti. Mucho tiempo sin tu visita.

Isabel Huete dijo...

Quizá la poesía sea como un campo de minas en el que nos gusta entrar sabiendo que alguna nos puede estallar en las venas. Yo no sé escribir poesía, no sé utilizar el verbo adecuado, no sé perderme entre los árboles, corro demasiado buscando el rayo de sol, pero me gusta leer la de los que sí saben o, si no saben, que a mí me gusten. Cada campo de minas que cae en mis manos es una nueva aventura en la que me encanta correr riesgos, y explotar si es necesario.
Yo tampoco entiendo qué es esto de la vida, pero sí he comprendido que es una pérdida de tiempo intentar encontrar respuestas. Fluyo, simplemente.
Besitos y BN

Alex dijo...

Ser poeta implica el ver más allá. Y si no eres capaz no eres poeta.

Cuando se estrenó "Pocahontas" de Disney, sufrió ataques por su falta de rigor. En realidad, debieron atacarla por lo mala que es. Y recordé a un poeta, ya muerto, quien mejor habría definido toda aquella absurda polémica cuando dijo aquello de "yo piso otro suelo".

Mycroft dijo...

Yo tampoco estoy de acuerdo. Hay poetas que precisamente buscan entender la realidad (Brecht, Hernandez, Caballero Bonald) desde el compromiso, los obsesionados por la sexualidad y la ficción romántica (muy excepcionalmente interesantes, salvo en casos en que lo tratan fuera del cliché de la tribu desde su propio desengaño), otros que tratan de explorar el yo, otros que tratan la poesía como un código morse para escribir una nueva lengua que hable de la trascendencia (llamemoslos misticos a lo Blake) y luego estan los esteticistas y los melifluos, demasiado poco profundos para merecer el nombre de poetas.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Creo firmemente en los poetas al modo en que los que creen en otras cosas lo hacen. Creo en la poesía como un arma cargada de muchas cosas. En lo que cada vez creo menos es en la realidad al modo en que en que los no creen en algo lo hacen. Carezco de la formación teórica suficiente como para atribuirle un sentido a la poesía. Soy partidario de que la poesía sea lo que el lector de poesía decida que sea y no haya que leer a escondidas poetas decladaradamente esteticistas o melifluos, que tal vez no ofrecen la profundidad moral deseable, pero quizá no deseemos siempre bajar tanto. Es curioso que la moralidad resida en ese abismo, en esa sima y haya que realizar esa inmersión (a veces tan compleja y fatigosa) para conocer sus rudimentos y hurgar en lo que ofrece. Por otra parte, el que escribe poesía no es movido por los mismos accidentes del alma (vamos a darle ese pomposo nombre) que el escritor de prosa. Todo es una emanación del espíritu. Tanto da que sea Brecht, del que una vez te escribí que había leído bien poco y que remedié en esos días muy atropelladamente, o Clark Carrados, que era un tipo con un negro o un negro en sí mismo que daba a adolescentes y jubilados historias de vampiros, serie B pura que difícilmente podríamos considerar alta literatura. Ahora parece que la moral anda debajo y la buena literatura arriba. Qué mérito entonces el escritor que las hilvana.
Hay una servidumbre en todo esto, Mycroft. Leí una vez que la literatura es un narcótico dispensado con saña o con mimos y arrobos. La poesía, la buena, la que hurga, la que modifica la visión de lo real de la que uno dispone previamente a leer el poema, dispensa toxinas. Las hay dañinas a lo Panero o melifluas (como bien dices) a lo Darío, que puede ser (entre los poetas de relumbrón mediático, si esto es posible) el que menos se ha ganado mi aprecio lector. En esos dos extremos hay un listado asombroso al que podemos acceder según qué necesitemos y bajo qué circunstancias.
Yo insisto en la poesía como un método de elugir la responsabilidad de entender nada: los poetas (incluyendo a Miguel Hernández o a Gil de Biedma o a Valente o a Vázquez Montalbán, incluyendo a los místicos como Blake o San Juan de la Cruz, incluyendo a los esteticistas como Darío o como Aleixandre)son de otra pasta, sí, Álex, Isabel, Rayoverde...

Conrado Castilla dijo...

Veo que has vuelto, por así decirlo, a reflexionar sobre la poesía, y eso me alegra y me ha hecho recordar que hace unos años hubo un intento, tristemente frustrado, para dar a luz un libro tuyo: "las actas de la ebriedad". Pienso que es hora de retomar este proyecto, o quizá de que lo cuelgues en tu blog para que tus seguidores disfrutemos de él.
Por lo demás, creo que la poesía, como cualquier acto de la vida muestra en sí misma un poco
de la realidad en la que estamos inmersos, aunque sea dificil dilucidar los dilemas que la vida nos plantean, pero creo que si no le buscamos los tres pies al gato es posible entender esa realidad. La forma de bucear en ella es quizá algo que puede llevar al poeta a mostrar a la gente algo de su forma de ver y estar en este mundo, sin más pretensiones. Todo lo demás creo que es superfluo. Yo me quedo con leer la poesía que otros escriben, perdón, escribis.

Maria Teresa Jimenez dijo...

desnuda su interior el poeta y deja entrever sus desecciónes, ante la, a veces, absurda y obcena, realidad que le envuelve; creando al mismo tiempo otra realidad para él y sus lectores...
...y en todo caso; siempre nos quedarán los sueños.

María Teresa

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.